lunes, 1 de octubre de 2012

De Gandía a Girona

Ahora estarás perdida, entre montañas perdidas y picudas. Estarás embebida de ese ambiente mágico, donde hace más frío, donde su lengua canta y gruñe al mismo tiempo. Hay  un lugar que te hace muy feliz, en el que puedes hacer muñecos de nieve y observar cuerpos abiertos en canal. Incluso palparlos un poco.
Te has rodeado de nuevo de las mejores compañías, con enorme ansia después de todo un verano. Después de una rutina caliente, pegajosa y poco estimulante. Los aceites nunca fueron santo de tu devoción y seguro que ahora no es lo mismo entrar en un supermercado. A mí también me pasa, pero con los bares.
Estoy muy contenta porque hayas encontrado tu sitio. Nunca has sido alguien conformista y te lo mereces. ¿Sabes? El año pasado creí encontrarte en la estación, con tu maleta de vaca coral y tu abrigo. También tenía tu andar apresurado. Ahí te añoraba, muchísimo. Más de lo que quiero admitir. Pero así es la vida. A veces te separa, pero otras te reúne y en circunstancias que no imaginarías. Sigo echándote de menos, eso no ha cambiado. Solo que ahora es por motivos diferentes. Quería contarte que ya encontré mi sitio, que ya voy viendo claro hacia dónde voy. Que por fin me siento bien y que me encantaría compartirlo contigo. Decirte que esto no es un relato, que ya se ha caído el telón.
Igual esto es lo más ridículo del mundo. Igual debería coger el teléfono otra vez. E ir detrás de ti, como antes. Igual no es sencillo añorar y tener orgullo al mismo tiempo. Puede ser que hace muchísimo que te eche    de menos y ya.
Igual no lees esto, pero me parecía una buena forma de reinnaugurar esto. Este trocito de mis pensamientos, que no se en qué florecerán más tarde. Pero ahora tengo otra forma de pensar y no es en una dirección, sino en varias y muy diversas. Espero hacerlo notar. Mientras espero ansiosa a Halloween, te escribo esto, que no es una carta, pero que contiene el mismo amor. Te mando un beso enorme:
Tu Lady V

jueves, 28 de junio de 2012

El resultado de los planes

Duele mirarse en un espejo. Unos años menos y parece que estuviese todo muy claro. Las aspiraciones, las ideologías, las creencias, las convicciones. Duele ver cómo ,a veces, la seguridad no se traduce en la edad. Duele ver, en resumen, cómo personas más jóvenes son capaces de decir  cosas tan graves. Y de herir...
Tener que dar explicaciones de lo que sucede en el alma es tan complicado...Es lacerante cuando descubres que nadie puede empatizar contigo como tú mismo. Y siempre estarás un poco solo.
Un edificio que se cae por su propio peso es como una armadura que se vence, oxidada. Piensas que ahora no es el momento adecuado para concebir según qué cosas. Que debes hacerte una armadura nueva.
Supongo que es mejor fijarse en que hoy el café tiene más espuma, que hoy el día está clarísimo y cada vez hace más calor. Te das cuenta de que en tu casa eres ahora más ligero y que te entran más ganas de  colgar cuadros. De pintarlos, incluso. De vaciar esa estantería polvorienta donde antes iban tus joyas y que pasaron a ocupar tus "informes académicos". Ahora alojarán libros de nuevo, y solo los mejores, y películas ( de todo tipo,  pero que Woody no falte). Cada vez rompes menos vasos y ya no impactas en choques frontales, o contra el suelo. Y tus rodillas tienen menos cicatrices. Cada vez eres capaz de levantar más peso, y llevar cinco o seis bebidas en una bandeja. Aunque el mundo tiene cada vez más caras, ya puedes ir viéndolas todas. Y cada vez lloras más, aunque no siempre es por algo malo. Ya no eres una ostra chillona. Y cada vez que te emocionas, el pecho se te abre.

miércoles, 20 de junio de 2012

Discusiones para dummies

Es...como un torrente de algo, cálido y opresivo que te invade el pecho. Exactamente en el pecho. Exactamente en el corazón.
Cada vez que hay conflicto, esa opresión se torna insoportable. Y la cabeza no para de dar vueltas y vueltas. Entonces la opresión se instala en el cráneo. En el interior. Es cálida también. Es como si el cerebro experimentase pequeñas explosiones aisladas, como insonorizadas. Pero es indoloro, al menos físicamente.
Después de un conflicto así, me pongo mal. me pongo delante del papel y...todo es superfluo. Miro las letras, una detrás de otra y es como si no tuvieran que estar ahí. No puedo más que ignorar las libretas y los bolígrafos, ¡Son ridículos!. No se qué hacer con ellos. me olvido de cómo se escribe, me tiembla el pulso. Miro a la pared, solo hay calendarios de colores y horarios...¡Y el puñetero gotelé!
Busco la pared, tratando de encontrar respuestas...pero es tan inútil como siempre. Porque una pared blanca no te dice nada, absolutamente nada. Miro a la ventana y mi pequeño jardín se desvanece. Y lo único que me queda es la luz del flexo, reflejada tras el cristal.

viernes, 20 de abril de 2012

Caleidoscopio

Me miras y con los ojos me dices que sí. te encontré una noche que habría podido ser común para cualquiera. Obviamente, según donde naces, hay noches que importan más que otras. Dejémoslo en que para mí fue extraña. Te me acercaste, decías que me conocías. En tu estado, conocerías a todo el mundo. Incluso a los que no saludas por la calle, estratégicamente, porque no te da la gana.
Me sonreíste, me fijé en tu pelo empapado y en que seguías allí. Llovía, y aun faltaban varios focos por sofocar. Me preocupé, te busqué, te encontré y me dijiste sí. Poco a poco, te me vas desgranando. Tanto como me entran ganas de aislarte del mundo. Tanto como me entran ganas de entrar sólo yo.
Hace calor en la ciudad, pero no como esa noche, ya se acerca el verano. La bici arde de estar todo el día al tueste. Estoy inquieto, no se. Creo que te lo he preguntado miles de veces y hace nada que te conozco. Se muy bien cómo acaban estas cosas. No preveo tu simpatía, no preveo las cosas que tenemos en común. No preveo que me entiendas, más de lo que yo me entiendo.
Brillas de forma extraña, algo me dice que esto no acabará bien. Tú desorientada, yo desilusionado. Mis expectativas morales acerca de las tuyas caerán en picado. Todo por haber dejado que me ilusionaras. Todo porque no sabes. Todo porque eres frágil, débil, te desestabilizas. Eres emocional, por más que quieras ocultarlo. Te cuelgas enseguida cuando ves un alma brillante y bondadosa. ¿El futuro? Ahora mismo es una mancha marrón que crees no entender muy bien. Yo ya lo se, y tengo unos años menos que tu. Ahora tu eres la Lolita. Ahora no quieres verme, no quieres verle a él, no quieres verte a ti misma. Porque te desgarra, porque no entiendes las vueltas que da el mundo. Porque te gustaría que te importase una mierda todo.

viernes, 9 de marzo de 2012

Doctoretas

"No sufráis, niñas..."
Much ado about nothing , W. Shakespeare

Hace una tarde soleada de verano. De esas que recalientan la piscina. Dos niñas han ido a caminar por la senda asfaltada al lado de los campos de naranjos. Todo el camino está bordeado por acequias donde las ranas se esconden. Una de las niñas se ha caído. ¡Siempre se cae!. Incluso cuando va despacio, parece que vaya a tropezar con sus propios pies. Y sus rodillas...¡Ay sus rodillas! Tienen más accidentes que un mapa de costas.
La niña llora desconsoladamente, pero hace menos ruido que su amiga cuando llora, que es una exagerada. Con el tiempo, para no dramatizar, la otra niña aprendió a no caerse. Era más bajita que su amiga, la pilla-liebres, pero más flaca y veloz. Siempre ganaba las carreras y sabía ir muy bien en bici¡Hasta con una mano!. En cambio, su amiga, casi su familia si se le metía entre ceja y ceja que era la princesa Yasmin, cuando jugaban, lo era. Siempre estaba fantaseando. Juntas mareaban al vecino de al lado. Juntas hacían pócimas. Machacaban toda suerte de flores y plantas del terreno y las recocían en el agua recalentada bajo un sol de justicia.
Juntas, les gustaba espatarrarse tumbadas en las dunas de la playa y ver pasar los escarabajos por encima de sus barriguitas. Les gustaba jugar hasta pringarse, hasta acabar exhaustas. El traje de los domingos no existía para ellas, que era cuando se juntaban. A medida que fueron creciendo pasaron de buscar "petorrets" para que chisporroteara la chimenea, a intercambiar la ropa de las Barbies, a "maquillarse" con barro : -¿Me queda bien?- preguntó la mayor. " JAJAJAJAJAJAJAJA" reía la pequeña.
Un día entraron en una recámara subterránea y casi diseccionan el esqueleto de un gato fosilizado con las manos. Las salvaron las de las infecciones las alergias de la pequeña, que no paraba de estornudar y finalmente, desistieron.
Cuando jugaban en la habitación, la pequeña se enfadaba, porque luego sus padres la obligaban a recoger todo a ella. Se querían, se peleaban, competían, jugaban, se corregían, sin parar. Era una suerte de bendita bipolaridad infantil.
A medida que crecieron, conservaron esa complicidad que tenían, aunque no sin esfuerzo. Su amistad creció por su natural rivalidad, siempre sana. Un día llegó a un punto de confianza absoluta. Fue el principio del fin. Hacerse mayores, vivir en la misma realidad con versiones diferentes de ella y casi siempre, enfrentadas

viernes, 2 de marzo de 2012

Gigante de barro

Se me cierran los ojos. Me dejo caer, la calefacción,¡Qué gloria!. Me escucho carraspear, no sin esfuerzo y pienso en el frío que hace. En que tengo los pies congelados. Cuando piso el tren, me los vuelvo a sentir. Y una paz me invade, serena, de melodía aterciopelada. A través del cristal veo mi reflejo encorvado tras años y años de mala postura. Pero es que estoy vencido; así me siento cuando subo al tren. Es como si cada vez que subo muriese un poquito. Me pesan los ojos, mis piernas acarrean dos kilos más de lo normal. De pronto, me empiezan a escocer las manos y pienso: "una hora y estaré cenando". Pero no me importa tanto cenar como dormir. La sombra bajo mis ojos me delata, también mis arrugas eternas. Pienso que tengo los hombros entumecidos de llevar mi guitarra a cuestas. Temo que se me vuelva a caer, pues ya no habrá otra...
Me paso la mano por la cabeza, tengo las manos chillando por los sabañones y el estómago hinchado de no probar nada. Dejé abandonado al perro para no comérmelo. Parezco terrible, pero amo los animales. Creo que son más dignos de estar en este mundo que las personas, en ocasiones.
Voy en el tren y pienso que me queda una hora. Una hora y ya estaré en casa. Que mi madre me ha puesto sopa caliente en la mesa y que queda pan de hoy. Si pienso en eso, igual tengo un buen despertar. En una hora...

El hombre salía de la estación por la puerta de entrada de los autobuses. Arrastraba su guitarra y se tambaleaba. Estaba sereno, pero consumido. Consumido por la fiebre, consumido por el frío, consumido por la lluvia y por la vida. El hombre que se esperaba siempre a Tavernes para empezar a tocar la misma canción. El hombre que cogía el tren de las 08.55 para ganarse el pan, se cayó. Se desplomó como un muñeco de nieve, como un gran espíritu. Como un gigante de barro.

viernes, 10 de febrero de 2012

La sombra de Tlatelolco es alargada

"PUEBLO, ABRE YA LOS OJOS"
Cartel en las protestas de 1968 en Tlatelolco, México




Una sombra acecha. Esa vieja sombra que todos conocemos. Está ahí, siempre. A lo largo de los años pretende disfrazarse bajo múltiples apariencias. Es un parásito fuerte, cual garrapata tenaz ávida de sangre. Es uno de los animales más antiguos del mundo. Es uno de los sabores más amargos y metálicos, un olor de huevos podridos. Su color se parece al del cielo cuando va a llover; tiene el sonido del trueno. La codicia.
Se ha instaurado en grupos, sociedades, comunidades, empresas y provincias, aunque parece que le guste el mar. Parece que le gusta la playa, las palmeras (con su picudo rojo), parece que le gusta la fiesta, los casinos, los buenos trajes y Louis Vuitton. Le gustan los acontecimientos deportivos como la hípica, la vela, el tennis, la fórmula uno y ,cómo no, el golf. Le gustan las ciudades bonitas, con buenos y llamativos puentes, con Ciudades de las Artes y las Ciencias, sin barrios del Cabanyal que desentonen a la vista. Es muy devota, al Papa lo que es del Papa y a la Comunitat que le jodan.
Luego está lo que sobra... los institutos sin luz, ni calefacción, ni agua corriente, ni papel del váter, ni folios. No hablemos de becas, porque futuras no creo que otorgue muchas. Las ayudas inexistentes a la dependencia y un millar de feos y agujeros por tapar. Esas deficiencias que nos recuerdan  que no somos ricos, que no vamos al tennis ni nos vamos de mariscada los domingos, que nos pagamos la ropa que nos ponemos y que "lo normal (no) es un Vuitton". Ese moreno de bote que nos hace tanto daño a la vista, esos halagos vacíos que no dicen nada. Que Valencia está bonita a costa de nuestra educación, nuestra sanidad, nuestros servicios públicos. Que hacen lo que quieren con los que la votan y con los que no , también. Quitáos la venda de los ojos, porque no os representan. Que huele a gaviota, a gaviota podrida

jueves, 2 de febrero de 2012

Legañas

6.15 de la mañana. A currar. Ni se abriga, pasa demasiado calor en el tren y hasta el trabajo son dos minutos andando. Pero tiene frío en la cabeza, que ya empieza a clarear. Tendrá veinticinco  o veintiséis años y lleva cuatro trabajando en el mismo sitio. No quiso estudiar, no se veía capaz de ello. Cuando llegó el nano ya no tuvo que plantearse más cosas, era padre. Llevaba cuatro años yendo de casa al trabajo y viceversa. Los fines de semana al fútbol, con los amigos y los domingos, torrá. 
Una mañana de 2011 vio a un grupo de chicas sentadas y hablando, riendo y disipando el sueño. Universitarias. Venían de Gandía, de Xeraco o Tavernes. Bromeaban sobre los profesores, el fin de semana. Al entrar una de ellas se giró y lo ignoró completamente. No era raro ver a chicos jóvenes a las seis. Mucha gente iba a estudiar, pero mucha más a trabajar. Para cuando llegaba el tren a Cullera, en ocasiones, ya iba lleno.
Tren viejo, lleno de baches y traqueteos. Tren que hablaba, como los demás, pero a trompicones : "R-dalía ksxksxEstinació: València Stació del Nordksxksxksx" . Odiaba que el tren fuese lleno, pero era lo único que conocía por las mañanas. Tenía que ir con las piernas cohibidas debido al pasajero del asiento de delante. Eran unos asientos muy estrechos. Solo conocía la sensación de estar a sus anchas a la vuelta, en el tren de las dos. 
Una mañana que le tocó sentarse donde las universitarias, se puso los auriculares y se dispuso a ignorar su conversación. Sin embargo, le fue imposible. La música era incapaz de borrar las risas de las chicas. Vencido, se puso a escuchar lo que decían. 
Pero un día le tocó sentarse enfrente de una de ellas, que iba sola. La chica ya sabía quién era. Lo había visto antes. No sabía dónde mirar, si hacia las luces que asomaban tras el cristal, enfrente, a los lados, donde las abuelas también estaban cotilleando... de vez en cuando intercambiaban alguna mirada fugaz .Él también se había puesto en guardia al ver su actitud. Era solo una cría que lo inquietaba, con su forma de moverse continuamente, el reposo inestable de sus piernas, su continuo acomodo, sus miradas esquivas.
 Le ponía nerviosa, su simplicidad con los auriculares, su bolsa del Corte Inglés minúscula y archiusada y su manía de ponérsela entre las piernas, sus pantalones de chándal, sus deportivas "vintage" con muelles. Cohibida, no sabía dónde meterse. Ya no tenía el respaldo de las amigas que la hacían sentirse tan segura. Él también se había puesto en guardia al ver su actitud.  Así que un día de los muchos que se encontraron se decidió a leer, escuchar música o aparentar normalidad serena, como una gran balsa de aceite. Todo fue en vano, se fue al segundo vagón.